Los celtas desempeñaron un papel importante de en la creación de Europa, habitantes de zonas como la Bretaña francesa, Irlanda, España, Francia o Alemania, este pueblo ha dejado tras de sí un legado artístico y cultural que es conocido en parte gracias a excavaciones arqueológicas, textos y costumbres que aún perduran en la actualidad.
Tras la caída de Roma en el siglo V d.C la cultura y lengua de los celtas experimentó un reflorecimiento. El estilo de vida y la estructura social de este pueblo siempre sufrió continuos cambios. De hecho, en la composición de las sociedades celtas se podían encontrar desde estructuras tribales hasta pequeños “estados” formados por gentes de distintas clases y rangos entre los que cabría destacar: nobles, sacerdotes, artesanos, druidas, videntes o bardos entre cuyas funciones estaba la creación de canciones, leyendas, poemas e historias que ensalzaban las bondades y características del pueblo entre sus habitantes.
En el siglo III a.C el pueblo celta alcanzó su máxima expansión territorial
Una de las características del pueblo celta es su estrecha relación con el campo y la naturaleza. Diferentes investigaciones han destacado la importancia que para este pueblo tenía el cultivo de cosechas así como el cuidado de rebaños y bosques.
El ganado ovino, porcino o vacuno, además del cultivo de cereales, trigo, mijo, legumbres o lino para la creación de prendas y aceite era común entre las diferentes tribus y estados. A su vez, nuevos métodos de drenaje se aplicaron en zonas húmedas para aumentar la producción y terrenos cultivables, además los árboles más altos eran utilizados para la construcción de viviendas.
Las construcciones del pueblo celta
Las granjas y pequeñas aldeas contaban con diferentes tipos de viviendas, centros religiosos o lugares pensados para la defensa de los habitantes en periodos de guerra como los castros.
Mientras que en zonas como Gran Bretaña e Irlanda predominaban las casas de estructuras circulares, en la Galia y otras regiones celtas eran ligeramente rectangulares. Según diferentes estudios y restos encontrados en excavaciones arqueológicas, muchas casas contaban con superestructuras realizadas con madera y troncos y su tamaño podía variar entre los 5 y 15 metros de diámetro.
Asentamiento celta en Eslovaquia
Fuente: Wikimedia Commons
En el interior de las casas se celebraban fiestas y banquetes. Era común entre los habitantes dejar secar embutidos que caían del techo y crear grandes fogatas, cuyo humo se trasladaba al exterior entre los huecos existentes en los tejados, normalmente hechos de paja.
Otras construcciones predominantes en los territorios celtas son las torres de defensa circulares o brochs, las ciudades situadas en medio de lagos o crannogs y las ciudades amuralladas o castros para cuya construcción se debía trasladar toneladas de piedra de un lugar a otro muchas veces utilizando únicamente, la fuerza bruta.
Broch de Dun Carloway en la Isla de Lewis
Fuente: Wikimedia Commons
Crannog reconstruido en Loch Tay
Fuente: Wikimedia Commons
Castro de Borneiro en Galicia
Fuente: Wikimedia Commons
Se cree que los castros servían de protección a personas y materiales de valor, e incluso también como lugar para realizar transacciones en época de guerra o conflicto. En numerosas ocasiones las maderas y otros materiales utilizados en la construcciones se veían afectadas por fuertes temporales, lo que obligaba a los habitantes a reconstruirlas, es éste el motivo por el que numerosos restos de han sido encontrados con posterioridad por arqueólogos en diferentes parte de Europa.
Fuentes de referencia
James, S. (2005): “El mundo de los celtas”. Editorial Blume