Se ha producido un cambio en la percepción general de la situación económica española, que trasciende incluso de nuestras fronteras. Algunos centros de opinión económica internacional apuntan a que España es ya una buena oportunidad; un mercado donde se están acometiendo profundas reformas y ajustes que sientan las bases de una próxima recuperación, cuya velocidad todavía nadie se atreve a pronosticar. Los indicadores macro empiezan a reflejar esa tendencia, empezando por el PIB, cuyo dato trimestral señala ya una estabilización y, posiblemente, una salida parcial de la recesión durante el último trimestre de este año. El mercado laboral también parece mostrar alivio tras largos trimestres de deterioro sistemático y ajustes en cantidades (reducción del número de ocupados) y costes del factor trabajo (salarios estancados o a la baja) que están redundando en una notable mejora de la productividad.
A partir de aquí se inician las conjeturas, confiamos que fundadas, que apuestan por un 2014 de crecimiento económico moderado y creación, aunque tenue, de empleo. Si estos buenos augurios se cumpliesen, la creación de puestos de trabajo podría taponar la sangría de la emigración que emerge como principal amenaza del mercado de vivienda a medio plazo, además de aquilatar una base de demanda solvente que se hiciera cargo del stock de vivienda todavía pendiente, bajo distintas formas de enajenación. El empleo produciría adicionalmente una mejora en la morosidad, que empezaría a dejar de ser un problema para nuestros bancos, dotándoles de margen para empezar a utilizar sus recursos en financiar proyectos viables. Pero de momento son sólo expectativas.
Precisamente en estos instantes el mercado inmobiliario necesita, más que nunca, que eclosionen los muchos sacrificios realizados en los últimos años, dando paso a un mercado saneado, transparente y socialmente beneficioso. Parte de estos sacrificios se reflejan en las cifras del mercado hipotecario, según vimos en fase de ajuste final, y cuyo suelo debería alcanzarse este año gracias a la enorme corrección en los precios de los inmuebles (cercano al 40% en media, según el IMIE), circunstancia que está propiciando créditos hipotecarios más reducidos (por debajo de los 100.000 euros) con cuotas asumibles por la renta de una familia media.
En cuanto a las compraventas de vivienda, que generalmente van acompañadas de un crédito hipotecario, se confirma la estabilización en las transacciones que venía observándose desde principios de 2011; a nivel nacional se ha producido un descenso interanual del 4,23%, al llevarse a cabo 80.722 transacciones en todo el país. Éstas han descendido un 67,9% desde que se alcanzara el número máximo de operaciones al trimestre en el segundo periodo de 2006, en el que se registraron 251.649. Las compraventas de vivienda nueva han sufrido un decremento del 43,9%, frente al ascenso del 12,6% de la vivienda usada, donde únicamente han descendido en el País Vasco (23,8%), la Ciudad Autónoma de Ceuta (20,3%), Extremadura (18,2%) y Navarra (15,8%), y permanecido estables en Castilla-La Mancha y las Islas Baleares. Los mayores incrementos se han producido en Comunidades Autónomas costeras, la Región de Murcia (37,8%), Cataluña (37,8%), Cantabria (22,3%) e Islas Canarias (20,5%).
Este verano el mercado inmobiliario no ha estado de vacaciones, son muchos los proyectos que se han gestado y algunos los que se han materializado; entre los más relevantes la comercialización de grandes paquetes inmobiliarios y de crédito inmobiliario de La Sareb ó la adjudicación por parte del la Comunidad de Madrid en agosto de la venta de casi 3.000 pisos del Plan Joven del Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA) al fondo inversor Goldman Sachs-Azora, y la venta total o parcial por parte de Bankia, Catalunya Bank y La Caixa de sus unidades inmobiliarias; operaciones en las que no transmiten los inmuebles si no la gestión de los mismos por un periodo determinado.
Respecto a las predicciones de demanda de vivienda en el futuro, los datos de la Estadística de Migraciones publicados en junio por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que reflejan un descenso de población en España de 113.902 personas durante 2012 (hasta situarse en 46.704.314 habitantes) no son buenas. Esta pérdida de población se ha producido tras registrarse un saldo migratorio negativo (por tercer año consecutivo), y un saldo vegetativo que, aún siendo positivo, registró menos nacimientos en 2012 que en el año 2011. Este decremento ha sido más intenso entre la parte de la población que más demanda vivienda, la que abarca de los 25 a los 34 años, mientras que creció en los grupos de edad más avanzada, que son los que con frecuencia dejan de utilizarla para irse a vivir acompañados. Cabe esperar, sin embargo, que la previsible recuperación económica del país, y con ella la del mercado laboral, corrijan este descenso, ya que, como hemos indicado, se ha producido mayoritariamente en los grupos en edad más sensibles a la migración económica.)